La persona con TDAH necesita conocer a fondo su trastorno, dónde residen sus dificultades, cuáles son sus fortalezas y estar informada de los recursos a su alcance para vivir adecuadamente en sociedad con una buena adaptación.
Es de gran ayuda formar parte de algún grupo de apoyo, interactuar con otras personas que sufren los mismos problemas o similares. Esto permite un aprendizaje mutuo, favorece el autoconocimiento y facilita una red social de interés. Lo ideal es que siempre estemos orientados por un profesional que matice y aclare conceptos.
En la Fundación Ingada organizamos talleres y Grupos de Ayuda Mutua con esta finalidad, entre otras.
Una vez superada la fase inicial de diagnóstico, tratamiento y conocimiento del trastorno, la persona con TDAH puede proponerse unas expectativas adaptadas a sus posibilidades y aprender a potenciar su talento en beneficio de ella misma y de otros.
La creatividad, facilidad para las relaciones sociales, espíritu emprendedor, entre otras, son características de muchas de las personas con TDAH que todavía no han optimizado. Aplicar estas cualidades en el desarrollo profesional y personal permite que muchos afectados alcancen un grado notable de satisfacción personal.
Por el contrario, todas las dificultades que uno identifique vinculadas al TDAH (despistes, desorganización, accidentes, mala gestión del tiempo, cambios de humor, inquietud, procastinación...) deben ser abordadas y reconducidas cuanto antes mediante tratamiento precoz, para evitar la desmotivación y el sentimiento de fracaso.
Algunos objetivos que sería deseable alcanzar son:
Es importante que un profesional clínico con experiencia realice una adecuada valoración de la persona afectada. Recordemos que el diagnóstico del TDAH es clínico, teniendo en cuenta las diferentes etapas evolutivas de la vida.
Es frecuente que en los primeros días de conocimiento del diagnóstico surjan dudas. Para ello es útil recurrir a información contrastada científicamente. Además nos puede ayudar el hecho de que valoremos los recursos disponibles en la comunidad para tratar el trastorno. Si estamos bien informados podremos tomar decisiones acertadas y conoceremos mejor las expectativas que podemos marcarnos.
Vivir con un TDAH no siempre es un problema. Lo importante es ser consciente de las limitaciones que puede encontrarse y cómo afrontarlas.
Los síntomas del TDAH suelen ir modulándose a lo largo de la vida. La hiperactividad disminuye conforme se alcanza la adolescencia pero la impulsividad y el déficit de atención perduran. (Hart etal., 1995).En general, los síntomas del TDAH continúan en un 80% de los casos en la adolescencia (Klein y Mannuzza 1999; Mannuzza et al., 1998; Biederman et al., 1996, 1998) y hasta un 60% de esas personas continuarán en la edad adulta con síntomas de intensidad significativa (Weiss et al., 1985; Biederman et al., 1996, 1998.)
Podríamos hablar de personas con TDAH en la infancia que llegan a la edad adulta con una sintomatología mínima, desarrollando el mismo grado de funcionamiento que las personas que no han tenido síntomas de TDAH en la infancia. Hay otro grupo de personas que evolucionan con patología psiquiátrica clara que empeora su calidad de vida. Pero el grupo más numeroso es el de aquellos que presentaban síntomas de TDAH en la infancia y continúan en la edad adulta con mayor déficit de atención, problemas de concentración así como impulsividad y dificultades en las relaciones sociales.
En cuanto al impacto que tiene el TDAH en la vida cabe señalar que existe un mayor riesgo de accidentes casuales y de tráfico que motivan asistencias a urgencias, mayor frecuencia de divorcio o separación de los padres o de que estos sufran depresión. En el colegio es más habitual que sufran expulsiones, abandono de los estudios. En el entorno laboral es más frecuente que el empleo sea de baja calidad, con mayor absentismo y menor rendimiento. El TDAH aumenta el riesgo de consumo de sustancias de forma precoz y con más dificultades para el abandono de las mismas en la edad adulta.